Hambre feroz, deshidratación, agujetas y ojos enrojecidos por el viento y el frío. Hoy es el típico lunes de resaca montañera.
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La mente rechaza los fríos datos que vomita la pantalla del ordenador, y perezosa, trata de volver al lugar donde fue feliz. Todo lo vivido allá arriba, si bien cercano en el tiempo, se asemeja a una experiencia lejana, un viejo sueño grabado en la memoria, o tal vez reminiscencias de una vida pasada atrapadas en las telarañas del subconsciente.
La noche en la cabaña, atravesar el bosque nevado, el vértigo y la emoción que emana de la roca vertical, la compañía de quien comparte la misma pasión por este mundo eterno y efímero a la vez… todo esto no se perderá como lágrimas en la lluvia, si no que quedará grabado a fuego para, en los momentos de duda e incertidumbre, recordar que lejos de la fría y gris ciudad existen lugares y personas que dan sentido a todo.